El tiempo fue el culpable de todo.
Fue el que hizo que sus alas volaran y se perdieran en un espacio que era finito.
El tiempo fue el virus que consiguió que todo acabara.
Siempre repostaba en la misma gasolinera. Le daba igual coger olor a gasolina, mancharse o volverse a romper la uña porque el surtidor estaba roto.
Le daba igual esperar la cola o que la única farola que había en aquel perímetro estuviera fundida.
Le bastaba su leve sonrisa al devolverle el cambio mientras se despedían.
Ya no le quedaba nada, iba vagabundeando amor, solo podía ofrecer su amor se «low cost» con fecha de caducidad. Su única luz al final del túnel era la bombilla de aquella farola que apenas alumbraba, con una zapatilla colgada, y junto a ella una línea blanca, donde todo lo olvidaba.
Se había llevado una parte de ella. Por más que mirara la hora para que no se le quemará la empanada sabía que las agujas del reloj nunca volverían a apuntar a la hora en la que se marchó, y que las fotos nunca harían justicia al pibón que siempre fue.
Sin ella estaba tan perdida como Alicia en aquel laberinto, con la diferencia de que las cosas aquí, no eran maravillas.
Liberó todas las semillas de las bajocas en aquel cuenco, imaginando que sus sentimientos podrían correr la misma suerte, deshaciéndose del zamarro donde se resguardaban, desvaneciéndose al relente.
El microcuento más delicado y frágil se escribió con dos palabras, quiero té [Cualquier nombre propio], a lo que le contestó, yo también. Era su manera de decirse en silencio lo que no podían gritarse cuando se anhelaban.
La distancia entre tus pecas era proporcional al amor que recorrían cada uno de mis suspiros, aún sabiendo que después, vendría la lenta muerte en forma de abismo.
(Continuación)
Le dio igual, seguía intentándolo, a pesar de tener el corazón agrietado y con parches, seguía a la espera de encontrar aquel hilo rojo que cosiera su mala racha.
Ahora que ya no habían kilómetros de por medio la distancia entre sus pieles rozaba el olvido y ni tan siquiera la sombra de aquel bunny que los anexaba conseguía remediar aquel amor ahogado.
(Segunda versión)
Ahora que ya no habían kilómetros de por medio la distancia entre sus pieles ya no rozaba el olvido y ni tan siquiera la sombra de aquel bunny que ya no los anexaba conseguía apagar aquel amor cautivo.